En estas semanas Chile ha registrado la mayor cifra de lesiones oculares a nivel mundial: el viernes 8 de noviembre de acuerdo al reporte del Colegio Médico de Chile existían 201 personas con traumas oculares, varios de ellos menores de edad y un joven de 22 años que está en riesgo de perder la visión de sus dos ojos.
Podemos tener distintas visiones y opiniones respecto del estallido social y reconocer que inevitablemente tendrá consecuencias negativas: daño a los bienes públicos y privados, quiebra de pymes, deterioro de la imagen país y profundas consecuencias en la Salud Mental de la población; pero la represión ejercida por instituciones del Estado que produce lesiones permanentes y discapacidad a largo plazo a personas, no deberían dejarnos indiferentes.
Desde el punto de vista científico, existe amplia evidencia de que el uso de escopetas con balines plásticos puede producir la muerte, lesiones graves o discapacidad crónica. (Haar RJ, Iacopino V, Ranadive N, et al, Death, injury and disability from kinetic impact projectiles in crowd-control settings: a systematic review BMJ Open 2017).
La ONU y el Colegio Médico han solicitado pública y reiteradamente terminar con su uso, la solución no pasa por cambiar los protocolos de uso o poner Go-Pro en los cascos. El informe de Trauma Ocular realizado por los profesionales de la unidad especializada del Hospital del Salvador concluye categóricamente “Se solicita el cese inmediato de uso de balines como mecanismos antidisturbios por no ser un método seguro. Si se siguen ocupando estas armas, los casos de pacientes ciegos por trauma ocular seguirán aumentando, conllevando un daño físico, social y emocional irreparable”.
Si proyectamos las cifras, cada día que pase tendremos al menos 9 víctimas más de este flagelo, la mayoría jóvenes, pero también niños. Es decir, para navidad habremos acumulado 405 nuevas víctimas y un total de más de medio millar de lesionados (585 personas).
Hace apenas unas semanas, con ocasión de la ceremonia de premiación de Microcuentos de Salud Mental, concluíamos que en Chile se nos había muerto el alma y las enfermedades de Salud Mental eran escondidas debajo de la alfombra, como ocurre cuando una persona decide quitarse la vida en un mall y los encargados de seguridad encarpan en lugar para poder seguir funcionando.
¿Podemos hacer lo mismo con este daño irreparable sobre seres humanos: “encarparlo” para dejar de verlo? ¿Será que efectivamente se nos ha muerto el alma?
¿O debería estremecernos? Sí, estremecernos y movilizarnos a exigir de forma pacífica pero inequívoca, desde cada una de nuestras organizaciones, plataformas y redes sociales, el cese inmediato del uso de estas armas.
Columna de opinión de Dra. Claudia Barrera Renault. Médico psiquiatra y Gerenta General de Grupo Cetep
Crédito imagen: EFE
Publicado en: Ilustrado.cl y ElQuintoPoder.cl