Leer Artículo, El Mercurio, 11 de agosto 2011
Max Möller, psicólogo del Centro de Atención Clínica Cetep, opina sobre el impacto de Internet en nuestra manera de pensar
Es una de las actividades que quizás se está haciendo más rutinaria en la sociedad actual. Pero el escritor estadounidense Nicholas Carr cree que cuando alguien navega por internet, la realidad es que queda atrapado en un remolino de información que, a lo largo de una cadena enorme de links, arrastra al usuario -apelando a su curiosidad- a una interminable búsqueda que le hace perder el tiempo y le impide profundizar en el tema que le interesa.
El límite entre una internet que soluciona nuestras dudas con un simple clic en el mouse y otra que fomenta el picoteo rápido y distraído de pequeños fragmentos de información sacados de múltiples fuentes, no es claro para Carr, aunque para él la red tiende a favorecer la segunda alternativa. Así lo plantea en su libro «¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?», best seller de The New York Times, finalista del premio Pulitzer 2011 y que ya se vende en Chile.
Y aunque la polémica hipótesis de Carr cuenta con muy buenos argumentos, no todos la comparten. Los especialistas tienden a la moderación del «ni tanto, ni tan poco», y apuestan por informar y educar a las personas para hacer un mejor uso de la red.
Como el embarazo
«Quienes la usan bien, le pueden sacar gran provecho a internet, tanto en amplitud como en profundidad de la mirada», dice el psicólogo Max Möller, del Centro Terapéutico Cetep. En su opinión, esta tecnología ha reducido la capacidad de concentración de los más jóvenes, lo que los lleva a aburrirse y no leer. Pero también es un convencido de que eso se puede educar.
«Creo que lo mejor es informar de lo que sucede con internet», dice la neuróloga María Isabel Behrens, jefa de la Unidad de Trastornos Cognitivos de Clínica Alemana. Para ella las cosas dependen del contexto en que se dan: «A lo mejor cuando se publicaron los primeros libros hubo una discusión sobre que los niños se dedicaban a leer y no salían a jugar o a cazar».
En opinión de Behrens, hay cosas que no cambian. Hoy puede haber un acceso muy fácil a la información, pero las ideas y conceptos nuevos tienen su velocidad propia. «Es como el embarazo, que sigue durando nueve meses a pesar de los grandes progresos de la medicina. Uno puede decir que gracias a internet hay un aumento en el número de documentos y publicaciones, pero no sé si ha mejorado la calidad del contenido», advierte.
En el caso de los jóvenes, según Möller, al estar en una etapa de búsqueda de su identidad, su interés por ser parte de un grupo y acercarse a sus pares, los lleva a abusar de esta tecnología (ver recuadro).
Por eso, limitar el tiempo de uso de la red es una medida necesaria para que los adolescentes socialicen en persona con su familia y sus pares. «Al envejecer uno se hace más selectivo y maneja estas tecnologías a gusto. Por ejemplo, desconectar el teléfono», concluye Behrens.
El riesgo de adicción
Para el psicólogo Max Möller, la adicción a internet involucra el comportamiento de la persona y es tan grave como las drogas. «En Corea este problema se les ha disparado», dice. Por esto ahora existen talleres de prevención escolar, donde se realizan diferentes actividades y los profesores son los encargados de detectar los casos más graves. En EE.UU., en tanto, existen residencias campestres donde se estimula el contacto con la naturaleza, con excursiones y trabajando la tierra.