Según Yale, uno de cada 5 empleados comprometidos con sus empresas sufre de burnout, desborde emocional que drena las energías y motivación y es causado por un trabajo con metas inalcanzables. Para salir de este estado, se recomienda cultivar hábitos sanos y fortalecer el apoyo en los equipos de trabajo.
Tim Herrera -redactor de la columna Smarter Living de The New York Times- cuenta que pocas veces un texto suyo ha tenido tanto feedback como el que publicó hace poco sobre el burnout (se dice así, sin traducir), situación en la que las personas sienten que las demandas laborales, que perciben como cargadas de metas irrealistas, tiempos imposibles y objetivos inalcanzables, exceden su capacidad de respuesta, por más empeño que le pongan y por más preparación con la que cuenten. Recibió cientos de mails de sus lectores, agradecidos de que haya tocado el tema y, de paso, visibilizado hasta qué punto esta situación puede agotar el cuerpo y aplastar la motivación.
A los especialistas en Salud Mental no les llama la atención que la columna de Tim haya despertado tanto interés, porque es un fenómeno que avanza: en el General Social Survey de 2016 -encuesta que desde 1972 mide las conductas y actitudes de la sociedad estadounidense- el 50 por ciento de los encuestados declara sentirse consistentemente exhausto por las demandas del trabajo. Hace dos décadas, solo el 18 por ciento se identificaba con ese escenario.
-El burnout se da en contextos de alta demanda emocional y poco apoyo institucional. Es algo subjetivo y objetivo a la vez. Puede tener que ver con la presencia de «malos jefes», pero a veces son las condiciones de trabajo las que no son humanizantes, por ejemplo, cuando las cargas de trabajo son abrumadoras y los equipos compiten en vez de cooperar -precisa Claudio Araya, psicólogo y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez que ha estudiado el tema del burnout, en algunos hospitales de la Región Metropolitana.
A su juicio, no se trata simplemente de un estado extremo de estrés, que pueda abordarse practicando yoga o tomando un par de semanas de vacaciones, sino de algo mucho más complejo, cuya salida no puede venir solo de las personas afectadas: también tienen que generarse cambios en las organizaciones. Pero las respuestas que recibió Tim Herrera luego de publicar su columna dan cuenta de algo importante: quienes sufren de burnout suelen no vislumbrar otra manera de enfrentar este problema que el escape. «Limpiar y ordenar obsesivamente para sentirse más en control» o «leer y releer las cartas que mandé al postular al trabajo actual, para encontrar algo de estímulo» son algunos de los tips anti burnout que sus lectores le sugirieron. Nada que pueda considerarse como una estrategia que enfrente el problema de raíz o que permita salir airosamente del ciclo de desgaste.
Probablemente esto se deba a que no es fácil reconocer abiertamente que se está «quemado» o «fundido» -quizás las únicas traducciones posibles, pero no las más exactas, para este concepto- en una cultura en la que sentirse sobrepasado es visto como algo normal, aceptado y hasta bienvenido. Estar ultra ocupado es cool. Y tener un trabajo 24/7, el sinónimo de haber llegado a la cumbre.
Pero el agotamiento físico y mental que este tipo de rutina implica hace que las personas entren en una relación de amor/odio con su mundo laboral. De ello habla un estudio del Yale Center for Emotional Intelligence, publicado en enero de 2018, donde incluso los empleados y ejecutivos que dicen sentirse más involucrados con sus empresas se identifican en los síntomas asociados con el burnout; uno de cada 5 de ellos corre el riesgo de caer en un burnout grave. «Estas personas se apasionan con su trabajo , pero tienen intensos sentimientos encontrados sobre él: reportan altos niveles de interés, pero también de frustración y estrés«, dice un artículo sobre el estudio publicado por la revista Harvard Business Review.
Desde Berkeley, la psicóloga Christina Maslach, PhD, profesora emérita de la Universidad de California y principal investigadora de este tema a nivel mundial, explica que burnout y estrés están relacionados, pero son cosas distintas. Partiendo por el hecho de que el estrés puede darse en todo ámbito de la vida, mientras que el burnout es un fenómeno relacionado estrictamente con lo laboral.
-Es la respuesta a estresores crónicos, relacionados con el trabajo, en el lugar de trabajo -precisa.
Según Maslach, entre los estresores laborales a los que se refiere están los cada vez más frecuentes escenarios cambiantes en las empresas: la necesidad de tener que ajustarse constantemente a nuevos softwares, nuevas jefaturas, nuevos ambientes, nuevos procesos de trabajo. A esto se suman plazos y metas desconectadas de la realidad, conflictos interpersonales, demandas físicas excesivas -como por ejemplo, el tener que levantar cargas muy pesadas- y el aumento de responsabilidades sin ser compensado, económicamente o de otra forma, por ello.
El psicólogo organizacional Andrés Pucheu, académico de la Universidad de Los Andes, realizó su tesis doctoral en torno al burnout. Advierte que estos factores estresantes afectan a todo el organigrama empresarial y en muchos ámbitos laborales diferentes.
-La gente con burnout se ha desenamorado de sí misma en el trabajo. Esto se asocia con elementos adversos que se originan en los procesos de trabajo. Por ejemplo, el burnout se favorece al sentir que la jefatura es agresiva, o que pide más de lo que puedo dar. (…) Pero los jefes también sienten burnout. Los tiempos, los plazos, los presupuestos, afectan a todos -precisa.
En muchos casos, y especialmente en el contexto de trabajos que implican atención a personas, el burnout tiene un gran componente de frustración, que se puede traducir en una respuesta agresiva, de maltrato hacia la gente. Y este estado se contagia, contamina al resto de los equipos de trabajo.
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Fuente: Sofía Beuchat. El Mercurio